lunes, 13 de julio de 2009

ENTRETENER AL SOBERANO

La cuarentena en la que todos -quien más, quien menos- estamos involucrados ha traído una cantidad de nuevas situaciones que, como los negativos de las fotos, permiten mirar el revés de la trama de la vida cotidiana, esa que hacíamos antes de que el virus de la gripe A nos pusiera prácticamente en estado de sitio.
A la locura de afirmaciones y negaciones sucesivas o simultáneas a las que nos hemos visto sometidos desde los medios privados y los comunicados oficiales, debe sumarse la alteración más o menos profunda de hábitos diarios. Y uno de los problemas más graves que debemos enfrentar los argentinos, si ha de hacerse caso a lo que dice la tele -fuente de toda verdad y justicia- es qué hacer con los chicos en casa. Lo que pone al descubierto que la casa es el lugar donde resulta menos lógico que los chicos estén. El solo planteo de la pregunta presupone que el hecho de que los chicos “estén en casa” resulta tan extraño como los zapatos en el inodoro (del lado de adentro). Los padres se lamentan porque no sólo están cerradas las escuelas, sino también los cibers, los teatros, los cines, los clubes, los gimnasios. Y, por si esto fuera poco, no hay tampoco clases de computación, danzas clásicas, taller literario, violoncello, cerámica, catecismo, francés, pintura sobre tela o aeromodelismo. Los padres que pueden pagar todo esto, se entiende, que son aquellos cuyas quejas acceden a amplificar los medios.
Conscientes de esto, el sistema educativo también se ha lanzado con voracidad a la campaña “entretengamos a los chicos” y se ha dado a proponer, a toda máquina, sin demasiada planificación ni claridad en los objetivos, actividades para hacer en este período. Que no es de vacaciones, se apuran a señalar, sino de receso en las actividades: una maravilla lexicográfica de sinónimos que no quieren serlo.
Entonces, asistimos a una proliferación alocada de tareas para el hogar. Más que el virus de la gripe, se multiplican los deberes y más deberes de las maneras más diversas que van desde sitios web, adjuntos en correos electrónicos, reparto de hojitas domiciliarias o actividades para fotocopiar. En dos o tres días, todo el sistema educativo fue puesto a generar cientos y miles de actividades para “mantener a los chicos ocupados”. ¿En qué? No importa, lo que importa es que estén entretenidos.
La fotocopiadora de a la vuelta de mi casa ha visto incrementar notablemente su trabajo y sus ingresos. La cooperadora de una escuela pública que atiende a población en serio riesgo económico y social gastó mil pesos en módulos de actividades para este período. Padres, madres, tutores y encargados hacen cola (en la vereda, para evitar aglomeraciones en sitios cerrados) para sacar las fotocopias que dejaron las seños y los profes. “Por lo menos, tienen algo que hacer”, me explicaba una señora, firme bajo el viento de julio en su misión de educar al soberano.
Entonces, de la mano de la gripe A, nos enfrentamos a varios síntomas sociales, que no son ni la fiebre alta ni el dolor de articulaciones. Cualquiera diría que en esta sociedad los chicos sobran. Por eso se inventaron todas esas entidades que, bajo el objetivo declamado de educarlos, sólo sirven para tenerlos adentro mientras crecen. No importa qué estén haciendo, el asunto es que estén “contenidos”, esto es, ubicados dentro de un recipiente lo suficientemente sólido para no dejarlos salir.
Cuando el recipiente falla, lo importante es buscarle otro recipiente de misma o similar –después de todo es sólo por treinta días- solidez. Como lo que hay a mano no parece ser lo suficientemente sólido, se busca apuntalarlo con tareas cuya única utilidad, parece, es mantenerlos adentro. Hamsters que corren en una rueda, los chicos hacen ejercicios de matemática, lengua, geografía, historia o física, no para aprender sino para estar entretenidos. Que no quiere decir otra cosa que pasar el tiempo. Pocas veces he visto una tan evidente desestimación del valor del conocimiento como en lo que en estos días se dice sobre la cuestión. Y, lo peor, es que el destinatario son los chicos. Para calmar la conciencia de los adultos, se los sumerge en una concepción del saber y la educación que da miedo.
Ya que no hay nada mejor que hacer, mirá un documental del canal Encuentro -que se merece, por su calidad, mejor destino que éste-. Ya que no hay nada mejor que hacer, respondé cuáles fueron las causas y las consecuencias de la revolución de mayo. Ya que no hay nada mejor que hacer, rellená módulos de actividades. Total, que no haya un maestro al lado para orientarte, explicarte el sentido, responder a tus inquietudes, atender tus particulares necesidades, no es algo demasiado grave. El problema, nene, es que, en tu aburrimiento, salgas a buscar por tu cuenta en qué pensar, dónde mirar, cuándo leer: el aburrimiento también puede ser considerado un derecho, puesto que, en más de un caso, ha sido el motor para encontrar caminos nuevos. Y eso, pareciera, es mucho más peligroso que cualquier peste.

1 comentario:

  1. Hoy "volvemos a clases". La sonrisa en la cara de todos los papás a la entrada de la escuela no podía disimularse... No sé cómo será en otras partes del país, pero les cuento que en Buenos Aires, que los adultos estén en sus casas durante un día hábil es realmente casi casi tan raro como "los zapatos en el inodoro"... Por lo tanto, o los chicos quedan al cuidado de otro adulto (para quien esta actividad sea un trabajo), o quedan "a la deriva", no disfrutando de su "derecho al aburrimiento/juego" sino a merced de otros que siempre están listos para ofrecerles propuestas que a muchos papás no nos interesan...

    Papás trabajando, chicos en la escuela, sol y humedad primaveral en el ambiente... Sí, parece que hoy va a ser un buen día...

    Gladys

    ResponderEliminar